Vidas entregadas

El olor del otoño se llega a sentir aquí, en el corazón de la capital, donde la vida se reviste de cemento. Solo aquí, en los pocos corazones verdes se puede respirar, hundir las manos en la hierba húmeda, escuchar el agua artificial correr, que suena a la risa contenida de la diosa en tus oídos, si la quieres escuchar… Aunque no la veamos, la vida sigue viva ahí, debajo de todo lo inanimado que nos rodea.

En el cielo, as cigüeñas tienen su propio ritmo, surcan a pares el cielo rojizo a última hora de la tarde, con el vuelo pausado de sus grandes alas y el cuello estirado hacia delante, simulan un signo de esperanza, de continuidad. De vida, como si en verdad se estuvieran organizando para una gran entrega de la última camada de bebés a sus madres.

Aunque la naturaleza lucha por continuar, el cemento avanza, se come la vida verde a bocados, robando el aire de nuestros pulmones, fundiendo nuestros cuerpos con masa inorgánica. La peor parte de todo ello es que no es un robo consciente, sino una rendición inconsciente.


Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

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