Unos distintos de los míos, porque yo ya no puedo pensar en otra boca que no sea la tuya. Llámame ingenua, puede que a estas alturas lo sea ya, pero cuando decides despertarme así por la mañana, de esa manera tan tuya y de ningún otro, vuelvo a creer en aquello que me contaron sobre los príncipes azules y los finales felices.
Sabes que nunca me lo he tragado del todo, que en cuanto tuve edad para darme cuenta de la realidad, preferí a los príncipes desteñidos de quita y pon, y las relaciones con fecha de caducidad que no me sentasen mal. Me rebelé contra el rosa con todas mis fuerzas, creyéndome inmersa en algún tipo de cruzada que no terminaba de entender.
Luego llegaste no tan por sorpresa, dándole la vuelta a todo, haciendo que creyese en lo que todavía hoy dudo de si es o no real. Duda que me persigue hasta que me giro en la cama y me encuentro con tus ojos observándome en silencio, ajenos a nada que no sea yo. Entonces creo un poquito más. pero solo en ti.
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