La vida del farero en Bares es dura y fría, sobre todo en los largos inviernos del año. También podría pensarse que es una existencia solitaria en medio de la punta formadora de tormentas de Galicia.
Podría pensarse, porque en verdad no es nada solitaria. Cada día llegan como abejas a la miel: turistas armados con Canons y Nikons esperando retratar las maravillas de esta parte del fin del mundo… Aunque luego siempre siempre se paran anonadados y entre chillidos excitados tratando de descifrar cual es el gallo entre las gallinas de mi corral.
De vez en cuando también aparece alguno o alguna, libreta y bolígrafo en mano. A esos te los puedes encontrar apoyados en cualquier risco, abstraídos en su mundo de ideas mientras garabatean sin parar en sus hojas en blanco.
Todos vienen en busca de algo, no creo que sepan con exactitud el qué. Simplemente vienen. No se dan cuenta de que ya lo tienen y los acantilados de la Estaca solo ayuda a liberarlos.
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Los faros son edificios singulares y los encargados de su buen funcionamiento personas afables y reflexivas, algo así entre poetas y artistas que aceptan la soledad. Un beso.
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