Retrato

Es un retrato estremecedor de ella, de no hace tanto, de hace unos días en realidad. Toda su vida se la pasó entre silencios y medias sonrisas escondidas que en realidad nunca alcanzaban sus ojos.

La retratista ha sido fiel: puedo reconocer la antaño leve escondida entre las cejas. Hoy es una creciente brecha que se abre paso a su interior, cual falla tectónica emocional. En cada una de las arruguitas que deberían escoltar la boca, descubro los miles de gestos de arrepentimiento: primero por su padre y después por su sustituto.

Destacan los ojos, rojos, en el centro de la cara casi eclipsan esa nariz cuya personalidad nunca pudo pasar desapercibida. Esas dos únicas motas de color en un retrato en blanco y negro: dos gotas de sangre figuradas que trasparentan una mirada vacua, vencida hace un tiempo.

Podría hablaros de los bonita que tenía la boca cuando éramos dos niñas que hacían todo juntas, casi en forma de beso, con dos hilos invisibles que tiraban inconscientes de las comisuras hacia arriba en una sonrisa constante que costaba borrarle a pesar e todo. Verás que sin embargo que en el retrato no está, se aprecia borrada de un zarpazo, uno de los muchos que sufrió hasta que se le borró.


Inspirado en uno de los dibujos de Paula Bonet.

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