Se mira y remira las zapatillas con purpurina que calza, de lo más granado de su zapatero,eso desde luego. Las miradas reprobatorias iban a ser antológicas, pero oye, quedaban muy bien con la falda plisada a media pierna y de todos modos tampoco tenía ningún otro zapato de tacón, no siendo las botas camperas que habían estado de moda en su época de instituto.
Él llegó como siempre: puntual, oloroso e impecable. Esa sonrisa tan segura de sí misma competía en brillos con las deportivas de ella, signo inequívoco del reflejo la una en la otra. Quizás la velada no resultase tan catastrófica como se preveía en un principio, si conseguía sobrevivir hasta el final quitarle de encima esa ropa no iba a ser ningún castigo.
Sin una sola palabra mediante, se acercó rodeando el coche y la besó con apenas un roce en los labios, portando su acostumbrada sonrisa con dientes. A continuación se giró e inclinó para abrirle la puerta…
– Deja, ya abro y me siento yo- dice ella cuando las manos de ambos chocan en la manilla de la puerta del copiloto. Elevando una ceja pero sin comentar nada, él vuelve a su lado suspirando.
Definitivamente iba a ser una noche complicada…
Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Definitivamente complicada la noche…
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Todas tienen algo 😉 Gracias por pasarte y comentar!
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Una mujer capaz de ponerse ese calzado es un camino hacia la libertad, que suerte tiene ese chico. Un beso.
Creo que hay una errata Andrea: «la falda a media plisada a media pierna»
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Siempre me pillas 😳 Eso me pasa por andar repasando cuando no debo 😧
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😎
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Libertad, esa es la base. Me encanta. Besos a tu alma.
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