Mendicidad sentimental

Hay días en los que no lo puedo evitar, mi cabeza manda y me paso el día cavilando y sintiéndome mal por los demás. No es el rasgo que más me apasiona de mi personalidad, pero ahí está y es una de las partes más importantes.

En esos días suelo arrastrar el uniforme oficial de: «día triste, no molestar», consistente en ese pijama de felpa desgastado (o similar) que todos y todas tenemos, zapatillas que arrastran el suelo a cada paso cabizbajo y cantidades ingentes de chocolate (o cualquier otra droga culinaria que se estile). Sin olvidarnos del nubarrón tormentoso sobre la cabeza que en ocasiones arroja algún que otro chubasco mejillas abajo…

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Y es que yo soy de esas que va hasta al final cuando le importa alguien, emocionándome y tropezando en cada uno de los baches como lo hago en mi propia vida pues de leal y fiel que soy me moriré perra vieja. Lo malo de esto no viene al sufrir junto o por los que quieres, sino cuando no sientes esa lealtad de vuelta. Cuando sientes el rechazo a cambio de tus buenas intenciones y deseos, cuando tus esfuerzos resultan molestos, cuando eres tú la que directamente incomodas.

Pero una no puede traicionarse a sí misma y cambiar a la conveniencia de los demás, sólo puedes hacerte a un lado y dejar que fluya sin el poder de que te lastimen más.

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Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

6 comentarios en “Mendicidad sentimental

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