La hora punta sigue siendo la misma, los años no han cambiado las prisas, el trasiego ni la vida de los viajeros diarios. A toda velocidad se desplazan por los andenes, saltan de un transbordo a otro sin apenas mirar.
Las miradas casi no se cruzan, si acaso para quejarse o observar con reproche. Nadie busca los ojos del otro en el cristal cada día, como cantaba Leire en la Oreja. Las pantallas absorben toda la atención nadie se ha fijado en la fecha que anuncian los miles de aparatos electrónicos que nos rodean…
Solo unos pocos siguen subiendo con cautela a los vagones. Respiran hondo y procuran que los recuerdos no les transporten cada día. Evitan los sonidos fuertes, miran despacio alrededor, buscando señales que ya no están, que ya no se encuentra, que solo persisten en su interior todavía bien vivas.
Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Cuando se desprecia la oportunidad de ser que ofrece el tiempo de traslado. A cambio de ser nada. Un abrazo.
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