Tu recuerdo me parte por la mitad. Quebrada por el tronco, sesgada con limpieza, como un junco sajado a medio tallo con unas tijeras especialmente afiladas para ello. Todavía sangro tu pérdida, supura por cada poro de mi piel, haciéndome asquerosamente consciente de lo físico que puede llegar a ser el dolor espiritual.
Llegas a agujerear mi mente con tu ausencia, dejándome como un gruyere inservible para la causa de seguir viviendo ahora que tú ya no estás, incapaz de seguir el camino de la vida marcado por tu muerte.
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