Pusiste banda sonora a mi vida desde que te conocí. Sábados sudorosos desfilan por mis recuerdos, de la mano, de un bar a otro, persiguiendo una madrugada que, hábil, se nos escurría entre besos. Sonaba el estribillo de una vieja balada de rock, y en volandas me llevaste, urgiéndome a escuchar, a sentir, a vivir contigo.
Hoy sigo aquí, te espero con la puerta abierta, tienes paso libre hasta el dormitorio. Mis piernas están ligeramente separadas, hace calor y sé que pronto estarás en casa, que te escurrirás bajo las sábanas y me abrazarás desde atrás, como siempre, porque es la clase de certeza que hace la vida más ligera.
Contigo me convertí en la mujer que sabía que era pero que no me atrevía a ser , salí del cascarón que tan bien me había colocado y me mostré por fin al mundo, con precaución, de a poco, pero con paso firme.
Imagen de Gabriel Alva en Pixabay
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