El tesoro escondido

El barranco del Tesoro, en el corazón del desierto de Tabernas, tiene la profundidad que alcanza más allá de donde la vista llega cuando se pasa con el coche desde la autovía. En el centro se alza un saliente estrecho aunque no tanto como no albergar una construcción que se mantiene a duras penas en pie, la estrecha pasadera que unía con tierra firme ya no se aprecia, salvo por dos salientes destruidos en cada uno de los extremos.

Es curioso cómo esa construcción se mantiene casi intacta, a pesar de encontrarse a la merced de los avatares meteorológicos. Nadie puede llegar a ella, pero si te fijas, parece que los cristales de las ventanas están intactos. Es imposible alcanzarla, a no ser que te tires desde el cielo y aterrices casi en su interior, pero parece que la madera de la pequeña cabaña está cuidada.

Entre la sequedad del paisaje, se aprecia vida, pequeños destellos de verde que son muy evidentes alrededor de la casa, la cual toda ella destella vida. Muchos miran, pero pocos son capaces de ver y apreciar el centro de poder que se alberga en tan pequeño lugar. Imposible de alcanzar para las personas regulares, ellas salvan la distancia de un gracioso salto. Acuden con cada luna, a renovarse y a purgarse, los sonidos se difuminan a su alrededor, como si la autovía no pasase a escasos metros, como si la antigua algarabía del western no existiese.

Refugio secreto para las hermanas de los alrededores, casa segura para las que van de paso, un oasis de vida fresca en un secarral avivado por la mano del hombre.

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