Más a menudo de lo que nos gustaría reconocer, sucede que nos sentimos mal por sentirnos bien. Resulta que una mañana te levantas con energía tras haber descansado por la noche, te desperezas y te ves bien en el espejo. Lo malo es que esta sensación dura apenas un momento, de repente ahí está, la culpabilidad te saluda entre las pestañas, sintiéndote incómoda por verte guapa, te avergüenzas de ello e inevitablemente piensas «no es para tanto», le restas importancia, te restas importancia. Otra vez.
Conforme avanza el día comienzas con las disculpas, contigo misma y con los demás. Menospreciamos en lo que somos buenas, quitamos importancia a nuestros logros, y todo aquello por lo que hemos luchado, cuando lo conseguimos es como si pasara a no tener relevancia, como si no fuera para tanto. No nos reivindicamos, la ansiedad gana la partida una y otra vez.
Como impostoras de nuestra propia vida nos esquivamos la mirada en el espejo, furtivas, con miedo a encontrarnos, a reconocernos en el reflejo cada mañana, avergonzadas de quienes somos, perdiéndonos el respeto, una vez más.
Imagen de Renata Markota en Pixabay
Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.