Las máquinas retumban en todo el bloque, haciendo temblar las marquesinas y los quioscos de forma constante. Hace días que el soniquete es insoportable, ya no tanto por el volumen, que también, sino por la imposibilidad de tener un rato de silencio desde las ocho de la mañana a las tres de la tarde, con sesión continua de nuevo hasta finalizar la jornada.
Lo que para unos supone una molestia y un incordio, para otros es la novedad que ambienta el tedio de sus días. Comentan con pasión los avances y retrocesos que según su opinión se van produciendo de un día para otro. Algunos comentarios son de lo más disparatados, aunque siempre es recibido con un cortés asentimiento de cabeza. Otros más acertados, ya sea a causa de la experiencia de una vida, o simplemente horas de observación.
Algunos de los comentaristas se conocen desde hace años, han compartido las calles del barrio entre miserias y alegría, casi siempre con esperanza. Otros son nuevos, o forasteros que llevan veinte años residiendo en la zona, pero nunca se «han hecho», según la opinión de los oriundos. Lo cierto es que cualquiera es bienvenido a asomarse por turnos entre los huecos de la lona verde que oculta los avances de la construcción.
Cuando el tiempo acompaña, aprovechan para calentar los siempre molestos riñones de espaldas al sol otoñal. Si la lluvia moja, los más fieles bajarán a por el pan o a comprar el periódico y echarán una rápida mirada al lugar para asegurarse de que nada cambia demasiado.
La edificación dura meses y para cuando esté terminada, muchos de los cronistas habrán pasado a escribir la suya propia; otros seguirán atentos al resto del proceso, comentando que ahora no se vende y que a ver qué tipo de gente se va a instalar en el barrio. Los demás hace tiempo que se han movido de zona a otra con mayor movimiento, siempre en busca de la última noticia del lugar.
Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
En el trasiego del barrio unos llegan para quedarse sin remedio junto a otros que aspiraban a cambiar de lugar. Es un magnifico relato. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias Carlos! Un poco de barrio somos todos y a mucha honra 😉
Un abrazo fuerte!
Me gustaLe gusta a 1 persona