Aprendemos muy pronto a no ser demasiado. Aún sin tener clara la medida de ese “demasiado”, todas las niñas aprenden y se les enseña a no pasarse. Si les preguntas qué quiere decir que “no sean demasiado”, la mayoría no sabrá ni explicarlo, muchas ni siquiera serán conscientes de que lo hacen, lo negarán incluso. Así de perversas son las lecciones que se transmiten a las niñas, disfrazadas con un tono de voz suave, para que nadie más se entere de lo que sucede.
No seas tan presumida, tan guapa ni tan fea; no seas tonta, pero tampoco demasiado lista; no te pases con el maquillaje, pero la cara lavada no te queda bien; no vistas tan formal, ni te pases de informal; siéntate como es apropiado, habla bien; no te comportes como una niña pequeña ni tampoco como una amargada. No seas tan pija, pero no te pases de perroflauta; ten ambición, pero el techo de cristal será el referente para saber hasta dónde llegar; disfruta de la vida mientras eres joven, pero permanece alerta a ese reloj interno que de repente va a empezar a sonar diciéndote que necesitas ser madre; sé una superwoman, con trabajo, niños y jornada completa en casa… O no.
Nadie va a decirte que pienses de otra manera, ni te van a animar para llegar lo más alto posible. Te toca ser la que luche por ti.
Sé fuerte, siéntete grande y capaz; llora y ríe todo lo alto que quieras y que puedas; que sean tus ganas y tus sueños los que te guíen allá donde quieras llegar; sé todo lo demasiado que quieras; vive la vida siempre con las mismas ganas; no te pierdas por el camino de las obligaciones y de las imposiciones; sé una gran mujer, un gran hombre, una gran persona. Sé tú.
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