Los domingos están diseñados para disfrutar. Hay tantos planes perfectos de domingo como personas existen… el tuyo y el mío no puede ser más simple: pasear, recorrer sin rumbo calle tras calle el uno al lado del otro, a veces en silencio, pero casi siempre conmigo hablando sin parar. Me gusta tu manera de escuchar, atenta, aunque luego casi no contestes ni digas demasiado, pero tu presencia callada reconforta.
El silencio entre nosotros no incomoda, no obliga a nada más que a ser y a estar, a disfrutar del otro en todos los sentidos: anima a sentir con fuerza las partes donde mi cuerpo y el tuyo se unen; sugiere momentos de complicidad en los ojos del otro; sonrisas relajadas que cuelgan de la comisura de los labios al mirarnos de reojo.
Tú eres el silencio que nos conforta cuando no hay nada más que decir, cuando todo está claro y también cuando los imprevistos golpean con fuerza inesperada. Yo soy toda palabras, alborotada y atolondrada donde las haya, callo poco y vomito con violenta cada sentimiento, bueno o malo y cada uno tú lo acunas y en tu calmo interior.
Dos caras de un mismo océano: la calma de la mar, salpicada de las olas que le dan vida, impensables la una sin la otra. Como yo sin ti.
Imagen de Mike Flynn en Pixabay
Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.