Juegas al teléfono roto sin cobertura tratando de alcanzarme otra vez, pretendiendo que vuelva a enredarme contigo.
Eres tan de ayer que vuelves a estar de moda, como cualquier prenda u objeto vintage que nos enamora desde un escaparate. Incluso ese carácter espinoso que tanto te esfuerzas en mostrar combina con los cactus decorativos de cualquier salón de diseño.
Eres tan real como ambiguo. Eres tantas cosas que ya no sé distinguirte.
Lo único que sé con seguridad es que eres el mismo error cometido una y otra vez, así de sencillo y complicado a la vez. Me tiendes de nuevo la mano y sé que no debo cogerme, lo tengo tan claro como que ya estoy aferrada a ella antes incluso de querer darme cuenta.