Las estanterías destilan polvo abandonado, hace tiempo que nadie acaricia ninguno de los lomos de los libros que con tanto celo y dedicación su dueño fue acumulando.
Como si de un jardín poco cuidado se tratara, algún que otro pétalo seco descansa caído al borde de los estantes, pues entre las hojas ahora olvidadas, un día florecieron flores silvestres que luego languidecían entre páginas forradas de historias de otros países, de otros mundos.
Sus libros eran su vida, sus siete maravillas, su jardín olvidado, su hogar más íntimo. Ahora que ya no está son su legado, un camino de migas literarias que guiarán a su próximo dueño en un viaje que es para toda la vida, un compromiso vinculante que actúa de brújula vital.
¿Aceptas el reto…?
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