Las tardes oscuras de invierno se configuran perfectas para escribir. Bajo la tenue iluminación de una vela especial, parece que las letras fluyen directas desde mis entrañas hacia mis dedos, vomitadas directamente sobre la pantalla sin demasiado ton ni son, buscarles el sentido es tarea ardua, siempre relegada.
Afuera llueve y sopla fuerte el aire, las gotas se estrellan contra la cristalera impidiendo que yo escuche ningún otro sonido, pero está bien así. Agradezco el in crescendo del sonido, hace que mis dedos trabajen a la misma velocidad y con la misma ferocidad.
Hace un tiempo tan desagradable como agradable a la vez, todo depende de la luz que lo ilumine. Esta tarde gris y ventosa me trae palabras desencriptadas por una vez, susurradas por musas habitualmente silenciosas, chillonas solo en contadas ocasiones.
La inspiración es un poco como un fuerte golpe de lluvia tormentosa: viene de repente, casi sin que la esperes, puedes pasarte sufriendo la sequía durante semanas o meses y de repente ahí está, agotando todas tus energías hasta que desaparece igual de repentina que cuando llegó.
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Y ya si es al ladito de un ventanal enorme en un ático, como es mi caso, ni te digo!
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Me encantaría algo así en mi casa 😍 Disfrútalo mucho!
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La inspiración a veces se deja capturar en cualquier lugar y en otras ocasiones cuando más cómoda debería estar a nuestro lado desaparece. Un abrazo.
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Exacto, es una bribona de cuidado ajaja
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