Amiga Soledad

Dice Soledad que no es amiga de muchos, pero que los que la conocen suelen quedarse por largo tiempo.

Ellas no eran muy amigas, pero es cierto que no fueron pocas las ocasiones en que la chica recurrió a ella, sobre todo cuando los silencios en casa se hacían imposibles. Había ocasiones en que se podían mascar incluso, de la tensión que emanaba la situación, pues él prefería mantenerse alejado, protegido en un mutismo cargado de resentimiento antes que permitir que las palabras conciliadoras de ella le alcanzaran.

Prefiere callar y llenar de silencios la vida que ella trata de ocupar de ruido y alegría. Son las dos caras de la misma moneda, unidos por un canto cada vez más grueso, que los separa sin dejarlos ir en libertad, amarrándolos en muda unión.

Y ahí es donde Soledad siempre acude presta. La a ella acoge en su seno lleno de matices grises, la envuelve en su isla particular, rodeada de continentes mucho más grandes que ella misma y que parecen imposibles de alcanzar por mucho que se empeñe en nadar. Allí, ella se llena de dudas y se siente mínima, abandonada a su suerte donde nadie más que Soledad la puede ayudar.

Es el comienzo del final.

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Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

 

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