La niebla hecha jirones se despliega ante mí mostrándome un camino incierto que ya no sé si quiero recorrer. Entre nubes me veo correr, desesperada por alcanzar aquello que se perdió hace tanto tiempo pero que no puedo dejar ir todavía, aunque debería.
El tren avanza penoso entre los peñascos nevados y los árboles helados, un paisaje más propio de Narnia que de la vida real. Pero está bien así, detrás del cristal me siento a salvo de todo excepto de mis propios pensamientos, excepto de mí misma…
La vuelta a casa debería calentar el corazón, no llenarlo de pequeñas estalactitas que hielan la ilusión de un reencuentro frío y carente de emoción.
Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
El invierno entristece y enfría cualquier corazón. Bonita estampa. Un abrazo, Andrea 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Es de los parajes más invernales que he visto… un beso Lidia!
Me gustaLe gusta a 1 persona
El hogar debería ser la principal fuente de calor, es cierto.
Un beso, Andrea.
Me gustaLe gusta a 1 persona
No debería ser se otra manera pero a veces es complicado. 😘
Me gustaLe gusta a 1 persona
La introspección frente al paisaje invernal acoge extrañas emociones. Un besazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Y casi siempre son oscuras… un abrazo!
Me gustaLe gusta a 1 persona