La tormenta de verano que por fin se desata sobre la ciudad me recuerda nuestras carreras bajo los balcones cualquier lluvioso sábado noche de otoño antes de los exámenes, viviendo sobre la delgada línea que separa adolescencia de juventud.
Las noches entre risas y amigos que se sucedían una tras otra, siempre con la línea temporal marcada a las cuatro, que era nuestra cita a solas para comernos a besos bajo la luz intermitente de cualquier farola, pues el todavía impuesto toque de queda se cumplía a las cinco de la mañana.
Luego de vuelta a casa: yo descalza dando saltos sobre los adoquines de la ciudad y tú con mis agudos zapatos de tacón pendiendo de una mano, ambos borrachos, pero de pasión el uno por el otro.
Por último la dura despedida en mi portal. Los besos ardientes en el hueco de la escalera. Lenguas enredadas con sabor a tequila viejo en tu garganta y en la mía. La ropa revuelta y profanada. Las caricias furtivas demasiado por debajo de la línea alba. Tu cuerpo duro contra el mío.
Al final: solo una mirada enamorada bastaba antes de la puerta del portal nos separase, la misma que me dedicas hoy desde tu lado de la cama en una noche de recuerdos de las primeras veces compartidas.
Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Ambos borrachos, pero de pasión el uno por el otro. ¡Me ha encantado!
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Muchas gracias! Me alegro de que te haya gustado 😊 Esas borracheras dejan una resaca fácil de soportar 😉
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Me encantó, Andre.
Una entrada borracha de sentimientos.
Abrazo.
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Ojo que son las que dejan más resaca 😉
Gracias Pau!
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Es tan bonito que me has emocionado, linda. Besos a tu corazón.
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Ohh gracias Maria 💗💗
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