Asthea — Parte IV

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Alina e Isidor no pudieron evitarlo y se quedaron paralizados en sus respectivas sillas al ver la abrasión perfectamente redonda que Karem tenía en el estómago, sin duda provocada por un hechizo rebotado.

— Rápido, sobre la mesa, con cuidado — reaccionó Deliam ante la pasividad de los otros dos — sujetadlo muy quieto, voy a comenzar a curarlo.

Como cada gobernante en Asthia, Deliam también poseía magia en su interior, un don que todos los niños que lo poseyeran debían ejercitar tan pronto como se manifestara. Luego, a la edad de once años acudirían a Gaer, el reino itinerante de la magia donde todos los elegidos por la naturaleza eran tratados por igual, sin diferencias de cuna ni moneda. Gaer significa libre en la lengua de los antiguos, pues solo estaba sujeto a sus propias leyes y podía trasladarse de un reino a otro sin contemplar más fronteras que las de la naturaleza.

Todos los niños que allí acudían eran educados en las artes mágicas hasta los quince años de edad de manera obligatoria, luego cada elegido podía escoger quedarse en Gaer y continuar la instrucción y pasar a formar parte de la Orden de Hechicería de Asthia, o seguir su propio camino lejos de la magia.

El caso de Deliam había sido excepcional dentro de los llamados a gobernar por sangre: ella no había continuado su formación y tras cumplir los quince regresó a casa para estar al lado de su madre enferma. Pasó con ella los últimos años de vida, absorbiendo cada una de las palabras maternas que la convertirían en una reina tan cabal y justa con su reino como lo fuera su madre.

Apenas se había colocado al lado de Karem, Alina la apartó de su lado con un leve empujón.

— Aparta, lo hago yo.

— Pero si estás rendida y acabas de volver… — trató de convencerla en vano Deliam.

— Déjalo, tú no tienes ni mi nivel de conocimientos ni mi habilidad en las artes        mágicas— respondió con crudeza Alina.

Deliam se apartó de un salto, dolida, y cedió su sitio a Alina. Esta comenzó poco a poco, explorando con su conciencia hasta donde llegaba la profundidad de la herida. Pronto se dio cuenta de que alcanzaba órganos vitales y su respiración comenzó a agitarse al notar como la de Karem era cada vez más lenta… Fue encadenando un hechizo tras otro sin que ninguno llegara  a sellar los tejidos tan profundamente dañados y comenzaban a fallarle las fuerzas cada vez más debido al gran esfuerzo que estaba haciendo por mantener activo el proceso de curación.

Fuera de la concentración de Alina, ninguno de los hombres de Karem,  Isidor ni Deliam apartaban la mirada de la escena que se desarrollaba ante ellos. La desesperación de Alina atravesaba su cara contraída en un cerrado gesto de concentración, pero era evidente que no podría aguantar mucho más tiempo generando la cantidad suficiente de energía para completar la curación del herido.

— Pronto tendremos que sustituirla — comentó Isidor — estad atentos para recogerla. No se va  a detener aunque no pueda más, continuará hasta el final y se desmayará, pero no será suficiente para terminar de cerrar esa herida.

Tenía razón, por supuesto, pero Alina no estaba sola.

«Ahora no puedes rendirte, si dejamos que este niño se nos vaya Felanor, no lo olvidará en décadas»  gruñó una contundente voz en su mente a la vez que su colgante de luz comenzaba a brillar cada vez con más fuerza.

 De repente Alina abrió los ojos con toda la fuerza de su cuerpo, con la mirada clavada en algún punto más allá de cualquier cosa visible y se desplomó a los pies de la mesa.

La herida estaba cerrada y Karem comenzaba a despertarse.

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