Asthea — Parte III

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Tras el comentario de Isidor el tiempo se ralentizó a ojos de Alina. Todavía no soportaba esa clase de referencias a la muerte de su madre, en realidad ni esa ni ninguna otra.

— ¿Eres consciente de que estás en su sala de audiencias y que no lleva ni un año muerta? — susurró más para sí misma que en contestación a Isidor. Ni Isidor ni Deliam a su lado fueron capaces de aguantar la mirada acusadora de Alina.

El silencio se extendió por la suntuosa sala de audiencias de Annabel Asthianer, porque si en algo destacaba la difunta reina era por su sentido de la solemnidad y la intención intimidatoria. Buscando estos efectos, de las paredes colgaban tupidos tapices que protegían la estancia de las corrientes típicas de un castillo, acompañados por ricas alfombras que cubrían cada metro del frío suelo de piedra. Todo eso lo había mantenido de momento Alina en memoria a su madre, pero se había deshecho del solitario trono que presidía, sustituyéndolo por una mesa cuadrada en el centro con cuatro robustas y tapizadas sillas: una para cada uno de los gobernantes de los reinos de su lado del Adess.

Apartando por fin la mirada de Isidor, Alina se acercó a la mesa examinando los mapas que se hallaban extendidos sobre ella.

— ¿Todo sigue igual que antes de mi marcha?

— En principio parece que todo continúa en paz – contestó con rapidez Deliam — nuestra gente de la frontera solo registran incursiones en el Bisseu para robar madera, una la has sofocado tú y otra fue abortada por la gente de Karem hace unas horas.

— Bien, es bueno que todo siga igual… — murmuró Alina.

De nuevo el silencio sobrevino a los tres, pues ninguno sabía qué decir a continuación. Los tres pares de ojos vagaban de un punto a otro sobre los mapas extendidos sobre la mesa, tratando de hallar una solución anticipada ante el conflicto que se avecinaba, pero los habían examinados cientos de veces cada uno sin que a ninguno se le ocurriese nada que no fuera potencialmente peligroso. Como lo había sido la estúpida idea de enviar a Karem a Irish.

— ¿Qué vamos a hacer si no regresa? — preguntó por fin Isidor dando voz a la pregunta que flotaba sobre los tres sin que ninguno se atreviera a pronunciar.

— Regresará — afirmó contundente Deliam — no tienen motivos para retenerlo, es sabido que fue en misión diplomática, si no regresa iría en nuestro beneficio, no en el suyo. Karem es muy apreciado en ambos lado del Adess, no como otros… — añadió mordaz.

— Por supuesto — admitió Isidor — quizás tenga algo que ver que sea una cara demasiado bonita para ocupar un trono tan estratégico como es el reino de Felanor — agregó Isidor con una sonrisa torcida.

— Basta — intervino Alina antes de que Deliam fuese a contesta — eso no ayuda en nada, ni al conflicto ni a Karem. Tenemos que…

Alina se detuvo con brusquedad por la irrupción de un grupo de hombres con los colores de Felanor que portaban entre todos un cuerpo inerte: Karem.

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