Las marcas en su cuerpo eran cada vez más visibles: desde los moratones que ya amarilleaban hasta los cortes recién hechos.
Las cicatrices en su alma, aunque invisibles, asomaban detrás de su triste mirada, perenne estación tras estación.
Aquel día no estaba pensando, solo era capaz de sentir y sentía todo aquel dolor, físico y psíquico, las humillaciones y las faltas de respeto. Como un autómata, realizó los preparativos de manera mecánica procurando no dejar evidencias que la pudieran delatar. El último paso fue el peor, no solo por el dolor, también por la repugnancia de dejarle algo suyo.
Cuando terminó y hubo recogido todo, salió por la puerta tan solo con el bolso colgado al hombro. Girando sobre los talones encaró por última vez la entrada de su casa y con de un rápido movimiento prendió una cerilla y la arrojó sobre el líquido inflamable que recorría el suelo.
Sin más dilación se giró de nuevo perdiéndose en la noche…
Horas después, él se enteraría del incendio en su casa, correría hacia allí, ansioso por saber de ella, pero no la encontraría… Tan solo le quedaría de recuerdo los restos de medio dedo calcinado.
Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Un relato impactante. En realidad, es una idea fantástica para desaparecer para siempre de la vida de un indeseable y empezar de cero. Muy bueno, Andrea. Un abrazo
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Gracias Mayte! Es una idea muy loca también jajajaj un beso 😊
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Me ha gustado, sorprendente. Un abrazo
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Gracias Rubia! Sigue siendo un poco complicado para mí sorprender, pero me alegro de haberlo conseguido 😊
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Tremenda metáfora. Aunque se cierre una historia maldita, dejamos algo al partir, algo muy nuestro y doloroso.
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Casi siempre dejamos atrás algo demasiado preciado… gracias por pasarte 😊
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Un dedo?! Me he quedao… Wow! Una muy buena forma de desaparecer dejando rastro. Un abrazo, Andrea!
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😅 Igual me pasé un poquito… un beso Lidia!
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Espeluznante Andrea, pero puestos a dejar algo, se me ocurre algo más aromático guardado en la nevera, a ver si se piensa que tiene tarta de chocolate para postre. Un beso.
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Uy eso sí que parece espeluznante Carlos ajajaja
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