Partes previas:
El suave trote de Agher, que significaba orgullo en la lengua de los antiguos, hacía que el colgante con su amatista engarzada rebotase contra su pecho, un tranquilizador recuerdo de que no estaba nunca sola…
Todavía quedaba un trecho hasta el castillo y la mente de Alina bullía repasando cómo habían llegado hasta ese momento, cómo era posible que con los esfuerzos de su madre para que reinara la paz en toda Asthea, al final el enfrentamiento entre los reinos dominantes de uno y otro lado del Adess parecía inevitable. De llegar a producirse, arrastrarían consigo al conflicto a los demás reinos de Asthea y lo que es peor: los obligarían a posicionarse de uno u otro lado.
«Será el enfrentamiento entre dos reinos hermanos… Y también entre dos hermanas, aunque ahora ya no lo seamos.» Ante este pensamiento, Alina azuzó a Agher y se adelantó al resto del grupo, pues los recuerdos la acosaban…
Annia, esa reina implacable que ahora reinaba en Irish no siempre había sido así. Hasta no hacía mucho, no era más que su hermana pequeña y su preferida desde el mismo momento en que nació. Pero no bastó todo el amor y devoción del corazón de Alina, para Annia siempre sería la hermana mayor heredera al trono, la favorita de la reina y de todos los demás. Lo que había comenzado como simples celos de hermana pequeña, progresaron hasta derivar en la situación que ahora se presentaba: dos reinos al borde de la guerra.
Por fin había llegado al castillo y de un ágil salto se apeó de Agher, que resoplaba por el esfuerzo del último tramo al galope.
— Veo que habéis vuelto a adelantaros — la saludó su mozo de cuadra.
— Como siempre, para qué te voy a mentir — contestó Alina esbozando una sonrisa. Desde niña le había encantado la sensación que la invadía al traspasar el puente levadizo del castillo: la tranquilidad de saberse en casa, con su gente de siempre.
Subió deprisa y sin cambiarse al ala de audiencias, pues sabía que estarían esperándola allí. Al llegar ante la puerta de doble hoja que custodiaba su sala de audiencias frenó el paso y tomó aire: dentro estaría Deliam, y Deliam siempre la ponía nerviosa. Por fin se decidió e ignorando al soldado que montaba guardia ante la puerta e intentó abrirla, ella misma empujó y entró en la habitación demasiado caldeada incluso para estación fría en la que estaban inmersos todavía.
A su entrada, la dos figuras que se encontraban inclinadas sobre la mesa redonda del centro se volvieron hacia ella nada sorprendidos de su irrupción sin anunciar.
— ¿Sabes que tienes gente para que te abran las puertas? Y qué decir ya, de dirigir tú misma misiones de poca monta pero potencialmente peligrosas… — ironizó Isidor.
— Mi madre nunca permitió que ninguna misión saliera sin ella, fuese importante o no.
— Claro, y mira como acabó…
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Reproches familiares, siempre presentes…. Muy bueno 😀
Tengo una pregunta:
La cantidad de nombres que empiezan con «A», ¿tiene que ver en como se llama la ciudad?
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Exacto! El mundo donde se desarrolla la historia se llama Asthea y el reino que es la «capital»,por decirlo de algún modo, se llama Asthia. El gobierno de este reino se transmite por línea materna, mujeres con nombres que empiezan por la letra a también.
Espero haberme explicado ajajaja
Un beso grande Pau 😘
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Todo entendido.
Muy original 😀
Abrazo
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Perfecto A-ndrea, ya estamos informados de los antecedentes del conflicto y esperando acontecimientos, cuando asoma un nuevo personaje que tendrá mucho que jugar en el relato. ¿Ese Deliam merecerá una descipción pormenorizada? Un beso.
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Pronto sabremos más de Deliam sí… Un avance: es chica! Un beso!
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¡Bieeeeen! Una estupenda celada para el lector.
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