¿Te acuerdas de aquel amor de adolescencia, ese que te persiguió hasta tu juventud mientras tratabas de dejarlo atrás?
Después de haber leído esa pregunta es más que posible que un solo nombre se te haya venido a la cabeza a la velocidad del rayo, que una única cara sea la que se haya aparecido delante de tus ojos abiertos mirándote casi fijamente, como si estuviera justo ahí.
Sabes bien de quién te estoy hablando, siempre hay un «alguien» que cala más hondo, que hace más daño, que se queda más adentro para siempre. Suele ser la persona con la que aprendemos todo: a querer y luego a amar, a besar y a soñar, con quién descubrimos el placer por primera vez con otra persona, pero también lo que puede doler eso que tanto quieres.
Son esas relaciones compuestas de blancos puros y negros azabaches, donde todos los sentimientos pasan de cero a cien en milésimas de segundo, porque aún no sabes que las cosas que surgen a fuego lento se disfrutan más y tienen un mejor final.
Esos amores son los que dejan una huella indeleble en alguna parte de cada uno de nosotros. Unos pueden llegar a ser duraderos, otros solo son un recuerdo envuelto en los vientos de la memoria, pero todos son inolvidables.
Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Cada amante tiene un bello recuerdo, olvidamos las circunstancias que lo hicieron imposible. Un beso.
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A veces es mejor olvidar según que cosas y otras no, depende 😉
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Buf, si me acuerdo… y no tan de juventud debo decir! En fin, cosas de la vida… Un beso, Andrea! 😘
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Siempre hay alguno por ahí…😅
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