Alina es nueva en esto de gobernar su propio reino, pues todavía está lidiando con la pérdida de su madre cuando llega la hora de que sea ella la que tome en sus manos el destino del territorio antes gobernado por ella.
Pero no lo hará sola. Guiada por Asthia, la dragona más antigua y malhumorada de su especie, tratará de no morir en el intento de ser una princesa guerrera.
Prólogo
«El amor es como una guerra, fácil de iniciar, difícil de terminar, imposible de olvidar», Henry Louis Mencken.
Corría a toda velocidad por el jardín y se reía tanto que se estaba quedando sin aire, pero no podía parar…
— ¿Ves como no puedes pillarme? — Preguntó la corredora por encima de su hombro.
— Vale, tienes razón. ¡Para! — Contestó el perseguidor- ¡Alina, para!
La niña se paró al comprobar que la distancia era suficiente para atestiguar que había vencido claramente. Se tiró al suelo entre jadeos y risas excitadas, contenta de haber ganado la carrera.
— Te dije que no puedes conmigo corriendo — le dijo Alina al niño de nombre Karem.
— Acepto esta derrota, pero cuando quieras volvemos a practicar con la espada y comprobamos quien es el mejor, otra vez. — Le recordó mordazmente Karem. Fue un golpe bajo: él tenía dos años más que ella y estaba más fuerte.
Alina, indignada, cerró ligeramente sus ojos negros y pensó el hechizo que provocaba cosquillas. Tuvo que pensarlo detenidamente, pues no podía arriesgarse a pronunciar mal la palabra y que en lugar de cosquillas, a Karem le saliesen cuernos o algo peor.
La magia es un un arte complicado de dominar. En Asthea posee su propio idioma, palabras creadas por los antiguos con el fin de invocar y canalizar las fuerzas de la naturaleza, donde se halla la magia.
«Raer», pensó rápidamente Alina mientras sus ojos se abrían repentina y desmesuradamente, como le pasaba siempre que invocaba un hechizo. Notó como Karem alzaba sus su escudo mágico en torno a sí mismo, pero como siempre, el conjuro de ella fue más veloz y las traspasó antes de estar protegido por completo, provocando risas instantáneas en él.
— Pero en la magia no me ganas, dos de tres… — murmuró Alina mientras mantenía el hechizo activo.
— Vale, vale, valeeee. ¡Tú ganas! Pero paraaaa — rogaba Karem rodando por el suelo mientras se retorcía de la risa.
Ellos no lo sabían, pero dos pares de ojos los observaban desde lo alto de las almenas del castillo de Asthia. Atentos a cada risa, a cada contacto, ambas miradas se cruzaban con preocupación ante lo que sus ojos videntes preveían…
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El detalle de la dragona malhumorada me encantó 🙂
Muy lindo pantallazo de tu historia Andre, aquí me tendrás leyéndote.
Abrazo
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Espero que te guste Paula! Y no podía ser de otra manera más que un poco malhumorada y un poco picajosa 😉
Un beso grande
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Fantasía… he picado el anzuelo y lo seguiré con interés, que tiene buena pinta 😉
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Gracias! Espero que siga despertando interés 😉 un beso
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