La Semana Santa se presenta en todo su esplendor. Desde hace unos días se observa en todos los rincones de las ciudades donde impera el buen tiempo como se despliegan los toldos de las terrazas, se sacan las sillas y mesas a la calle incrementando el tamaño de la habitual terraza de rigor para los fumadores, que se mantiene durante todo el año, porque ya se sabe: los vicios no entienden de tiempo ni de salud.
Más pronto que tarde, todas esas terrazas estarán completas, al punto de que será casi deporte de riesgo atreverte a zigzaguear entre las mesas tratando de encontrar una libre, ya no digamos de que esté situada a la sombra.
Todo ello no representa un problema, tan solo hace referencia a la cultura del ocio y tiempo libre en vacaciones. Sin embargo hay un pequeño detalle que hace desquiciante el ir de «terraceo». Ya no es la odisea de obstáculos que tienes que superar para conseguir una mesa, más todavía si vas cargada con bolsas, o el precio desorbitado por cualquier consumición porque, ojo, tienes que pagar la terraza por la que estás haciendo uso. No. El añadido es tan tontería como común: por regla general, en estos casos de superpoblación en los bares y cafeterías, el camarero de servicio está saturado y cuando recoge una mesa lo suela hacer deprisa y corriendo, pasando un trapo húmedo para retirar cualquier resto que hayan podido dejar los anteriores clientes. Muy bien. Lo malo llega cuando tú te sientas y te apoyas en la recién recogida mesa y te pringas la camisa, los brazos, el bolso, o lo que sea que hayas apoyado en la mesa húmeda y no del todo limpia.
Son las cosas más pequeñas e insignificantes las que a menudo nos hacen perder más rápido los estribos, y para mí nada peor que llegar cansada, acalorada y apoyarme sin darme en una mesa con estas características sin darme cuenta. El calor suele multiplicarse y salir en forma de vapor por las orejas =)
Andrea
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Jajaja. Bien por la crítica Andrea. Quedo advertido por si algún año de éstos me da por ir a una terraza. Hoy puse el banco azul en el patio, como un ministro. Un beso.
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Están por todas partes 😱
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Mañana a lo mejor ponemos la mesa y las sillas en el porche para no sentir envidia. Un beso.
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Un plan envidiable y en casa, por lo que te aseguras de no encontrarte con mesas pegajosas. Abrazo.
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Jajaja, mañana te lo cuento Andrea cuando la límpie a fondo después de todo el invierno guardada.
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Las veces que me ha pasado… Te comprendo 😦
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Es que es una cochinada! Jajajaja somos unas exquisitas 😂
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Puaj y el olor de esas bayetas…
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Lo peor 😒
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