Superman de incognito

A las seis de la mañana suena el despertador: pipipipi. Es más pronto que de costumbre, pero es que hoy tiene que coger un tren antes de que el reloj señalen las ocho de la mañana para salir de viaje de negocios.

Lleva camisa y pantalón «de vestir», (como si hubiese alguno que no fuese para vestir, claro) que le hacen sentir como si una jaula estuviera envolviendo su cuerpo de manera permanente. El único consuelo que le queda es que no tiene que llevar corbata: habría sido el final de ambos,pues esta habría servido como arma suicida.

Cada día el tiempo de oficina  le quita otro pedacito de vida, siente como su piel se vuelve un poco más cetrina y sus sueños se transforman cada vez más rápido en fantasmas que ni el mismo es capaz de recordar sin esforzarse. Delante del ordenador suben sus dioptrías y su nivel de desesperación, cada jornada representa otra batalla perdida.

Y es que nadie conoce el secreto que le quema dentro del pecho, bajo la camisa, como si fuera un Superman de pacotilla disfrazado de vulgar informático.

El alma vocacional por servir y proteger que late en su interior languidece lenta entre las paredes de pladur de la oficina, cada día un poco más.

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Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

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