– ¿Quieres una?- preguntó mientras abría la segunda lata te cerveza desde que se había subido al bus.
– No, ya lo he dejado.
– ¿En serio? Yo no puedo, estoy muy agobiado, y me ayuda con todo el rollo que tengo en la cabeza… No se si me entiendes…
– Sí, claro, haces bien.
– Y… ¿a ella también la has dejado? ¿También has podido?- vuelve a inquerir saboreando el último trago de cerveza, ya con los ojos cerrados y la cabeza reposando en el respaldo del asiento.
– No.
En la cara del otro asoma una sonrisa de satisfacción, de no saberse solo, de aceptación. Y comienza a reírse, con esa risa nerviosa que provoca incomodidad a su paso y arrasa con las conversaciones convirtiéndolas en silencios.
– No todos podemos ser héroes ¿verdad?, ella se basta y se sobra para mantenernos y manejarnos a todos…
Hay amargura en esas últimas palabras que terminan con la charla, pero sobre todo hay una sorda resignación de vida. Lo que él no sabe es que los verdaderos héroes fracasan y vuelven a fracasar, hasta que lo consiguen y le quitan los poderes de heroína a cualquier sustancia rompiendo para siempre las cadenas que los retenían.
Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
La apisonadora de las drogas que deja maltrechos a quienes atrapa. Relegándoles al inmisericorde papel de consumidores. Es un relato valiente Andrea, ahora y siempre de actualidad. Un beso.
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Gracias Carlos, es un tema que no pasa de moda por desgracia… 😢
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Todo aquel que es capaz de dejar la droga, sin duda alguna es un héroe, y mucho más si deja aniquilada a la heroína. Fabuloso. Besos a tu alma.
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En verdad son héroes y muy poco reconocidos. Las personas que dejan las drogas a menudo arrastran un estigma que cuesta mucho sacudirse…
Muchas gracias por pasarte y comentar 😘😘
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