El vapor del spa

En el spa del gimnasio, tras una sudorosa tarde de ejercicios, trata de relajarse y poner la mente en blanco dejando que el agua remueva todas sus malas vibraciones. Con la mirada clavada en ninguna parte, termina por notar su presencia. Vibrante y masculina, su aurea parece reclamar la atención de todos a su alrededor.

No puede resistirse y le busca la mirada, insistente hasta que ambos pares de ojos chocan de manera frontal. Sonrisa automática, de esas que suben de inmediato a la mirada y se queda ahí prendida.

Cada miércoles se reproduce el mismo cruce de miradas, los mismos gestos y los mismos repasos visuales al contorno del cuerpo del otro ayudados por lo ceñido de los trajes de baño.Hasta este miércoles que se encontraron por fin fuera de los vapores del spa y se decidieron a producir su propia nube de calor.

Los asientos tirados hacia delante, la oscuridad alrededor y el sonido del silencio atronador. Los cristales de las ventanas  completamente empañados revelan la clandestina pasión de los amantes, firmada por sus manos entrelazadas contra el vidrio más cercano, como si de un revival de cierta escena del hundido Titánic cobrara vida con cada exhalación de deseo.

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Cafés para el alma de Andrea Rodríguez Naveira está sujeto a Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

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